Por: Mauricio Rodríguez, Ph.D., Director de Asuntos Científicos – CropLife Latin America.
La ciencia de los cultivos busca abordar de manera integrada diferentes campos de las ciencias biológicas, ambientales y económicas, como la botánica, la microbiología, la meteorología, la genética, la química, la toxicología, entre otras. Evidentemente, se trata de una disciplina extremadamente difícil, si consideramos la enorme complejidad de cada una de estas áreas de conocimiento por separado.
Imaginemos ahora que, para producir alimentos abundantes, saludables y económicos, los agricultores deben poner en práctica, no en teoría o desde un escritorio, la infinidad de variables que comprenden cada una de estas ciencias y áreas del conocimiento en un entorno ambiental impredecible y, a veces, hostil al cultivo. Además, deben hacerlo bajo la presión social actual de consumidores, autoridades y grupos que solo se interesan en exigir, desde la teoría, que produzcan a la perfección y, además, sin riesgos para el ambiente ni consumo excesivo de recursos: “sosteniblemente”. A muchos les preocupa poco el bienestar económico del agricultor o de su familia. Pero en el campo, en el agroecosistema donde el agricultor debe satisfacer tales exigencias, tiene además enemigos implacables: las plagas. Al rescate del agricultor llega la ciencia a través del Manejo Integrado de Plagas.
Justamente, el objetivo inicial del Manejo Integrado de Plagas (MIP) es prevenir o suprimir las plagas de manera que no se multipliquen hasta un nivel que cause daños a los cultivos 1. Este objetivo general se fundamenta en múltiples disciplinas de las ciencias mencionadas anteriormente que buscan abordar la presencia de múltiples plagas mediante una combinación de tácticas, que incluyen:
1) prácticas de prevención, como la rotación de cultivos y la limpieza del campo; 2) uso de herramientas mecánicas y físicas, como la instalación de trampas o mallas; 3) control biológico y bioplaguicidas, como parasitoides y feromonas; y, como última opción, 4) control químico, como plaguicidas sintéticos. En resumen, el MIP se define como la consideración de todos los métodos de protección de cultivos disponibles y la integración de las medidas adecuadas para suprimir la proliferación de plagas, manteniendo la utilización de métodos de control en niveles económica y ecológicamente justificables para reducir los riesgos a la salud humana y al ambiente 2.
De lo anterior se desprende que en el contexto práctico del MIP se busca minimizar la utilización de técnicas y tecnologías que comprometan la rentabilidad de la agricultura y cualquier impacto ambientalmente negativo. Aunque cualquier intervención de un ecosistema natural es inherentemente perturbadora, se presta menor atención a temas relacionados con el cambio de uso de los suelos o cualquier otro factor, y más atención a disminuir la dependencia de plaguicidas químicos.
No existe una plantilla universal que permita la aplicación generalizada de los principios del MIP, por lo que es errado concluir que el MIP tiene como único objetivo la disminución del uso de plaguicidas. La estrategia debe desarrollarse caso por caso, teniendo en cuenta los patrones regionales de cultivo, su tamaño, tipo y la disponibilidad de hábitats seminaturales, el paisaje circundante, las prácticas agrícolas locales, la presión de plagas, los esfuerzos de investigación y desarrollo, la disponibilidad de entrenamiento, la actitud del agricultor y la economía 3. Debe tenerse en cuenta también que la estrategia debe incluir múltiples soluciones, ya que la dependencia en un solo método de control puede causar variaciones en la composición de las poblaciones de plagas y otros organismos presentes hacia aquellas especies menos susceptibles a tal método; cuanto mayor sea la presión ejercida por ese método, más rápido será el proceso de variación y adaptación, lo que terminará generando resistencia al control. En palabras de un grupo de investigadores europeos sobre el tema, “cuando se trata de la investigación, extensión, monitoreo, evaluación de las guías de producción, los principios del MIP se aplican a sistemas de cultivos en una escala extendida espacial y temporal, y no sobre cultivos individuales” 4.
El MIP debe, según lo anterior, incluir al menos los siguientes pasos: 1) identificar las plagas y monitorear el aumento de sus poblaciones, incluyendo la identificación y prevención de la eliminación de especies benéficas; 2) definir umbrales poblacionales a partir de los cuales tomar acciones, incluyendo, además de aspectos económicos, umbrales de riesgo para la salud o el ambiente; 3) implementar medidas de prevención de la proliferación de plagas, como mantener las áreas alrededor del cultivo libres de desperdicios y aguas estancadas, entre muchas otras; y 4) iniciar acciones de control de plagas una vez superados los umbrales establecidos, comenzando por aquellas opciones más efectivas y de menor riesgo tanto para el aplicador, como para los habitantes y los consumidores, así como para el ambiente y las especies nativas.
Cuando hablamos de agricultura sostenible, en la última década ha cobrado un papel protagónico la discusión sobre el efecto de la agricultura, y específicamente de algunos plaguicidas, sobre las abejas como modelo de insectos polinizadores 6. En este contexto, se ha añadido el concepto de la protección de polinizadores dentro del MIP. Los investigadores David Biddinger y Edwin Rajotte, del Centro de Investigación en Polinizadores de la Universidad Estatal de Pensilvania en los Estados Unidos, introdujeron esta nueva perspectiva, que denominaron el Manejo Integrado de Plagas y Polinizadores. A través de su investigación, encontraron que, aunque los plaguicidas pueden ser perjudiciales para los polinizadores cuando no se usan correctamente, “cuando se usan en un contexto de manejo integrado de plagas y polinizadores, se pueden lograr tanto el manejo de plagas como la protección de polinizadores.” Los autores demuestran que, en lugar de establecer prohibiciones sobre insecticidas modernos necesarios en la agricultura actual con importantes beneficios, se deben modificar las prácticas actuales del MIP para incluir consideraciones sobre la salud de los polinizadores. Medidas como la de la Unión Europea en 2018 para restringir el uso de insecticidas neonicotinoides pueden terminar provocando una “ruleta de plaguicidas”, en la que los agricultores recurren a la utilización de compuestos antiguos, muchos de los cuales son más tóxicos y tienen información limitada sobre sus impactos en polinizadores, o, en el peor de los casos, productos ilegales de composición desconocida. También pueden causar resistencia de plagas a otras herramientas de control. Las buenas prácticas agrícolas, en el contexto del manejo integrado de plagas y polinizadores, permite que, en caso de ser necesaria la aplicación de plaguicidas químicos, esta sea no solo efectiva, sino que también permita la conservación de polinizadores presentes en el agroecosistema.
El potencial del MIP se basa en que puede incorporar múltiples herramientas y técnicas en diversos escenarios de producción agrícola, incluyendo aquellos en los que están presentes animales polinizadores que deben ser protegidos. Es importante entender que además de las abejas de producción, existen más agentes polinizadores que se deben cuidar. Tampoco son las abejas melíferas los mejores polinizadores para todos los cultivos 7,8,9 y cada vez más estudios demuestran cómo la apicultura, mal manejada, amenaza la biodiversidad 10,11,12,13 Así que el objetivo debe ser integrar estrategias de conservación de polinizadores silvestres en un esquema de MIP, que puede incluir, según sea necesario, apicultura de producción y uso de plaguicidas. Sobre este último punto, es indispensable realizar una selección adecuada de plaguicidas que minimicen los efectos indeseados a la salud o al ambiente, incluyendo efectos adversos en los polinizadores.
Tales estrategias ya existen en la agricultura. Investigadores brasileños y franceses han analizado múltiples estudios sobre la aplicación del manejo integrado de plagas y polinizadores en cultivos de cacao y café, encontrando múltiples sinergias y antagonismos en diferentes escenarios. Los investigadores concluyen que es necesario aumentar los esfuerzos para estudiar estos esquemas en condiciones agrícolas tropicales.
Las buenas prácticas apícolas deben integrarse en los modelos de MIP en los cultivos florales, al igual que las estrategias para protección de la biodiversidad. Los bordes florales, las zonas buffer y, en general, el manejo del agroecosistema alrededor del cultivo son recomendaciones que se incluyen en talleres de capacitación para agrónomos y agricultores en América Latina.
Antes de comprometer la productividad rural o la conservación de la biodiversidad con regulaciones o legislaciones que buscan restringir o promover ciertas actividades comerciales en el campo, es necesario generar una mayor conciencia sobre la sinergia entre polinizadores y plantas. Esto implica dirigir un mayor presupuesto hacia la investigación científica y el desarrollo de estrategias que integren este conocimiento en los sistemas productivos, con el objetivo de hacerlos más sostenibles.
1.Bažok, Renata. “Integrated Pest Management of Field Crops.” Agriculture (Basel). (2022). DOI : https://doi.org/10.3390/agriculture12030425 2.European Union Directive 2009/128/EC of the European parliament and of the council of 21 October 2009 establishing a framework for community action to achieve the sustainable use of pesticides. Off J Eur Union 52:71–86, 2009. http://eur-lex.europa.eu/legal-content/EN/ TXT/?uri=OJ:L:2009:309:TOC 3.Barzman, M., Bàrberi, P., Birch, A.N.E. et al. Eight principles of integrated pest management. Agron. Sustain. Dev. 35, 1199–1215 (2015). https://doi.org/10.1007/s13593-015-0327-9. 4. Barzman, M., Bàrberi, P., Birch, A.N.E. et al. Eight principles of integrated pest management. Agron. Sustain. Dev. 35, 1199–1215 (2015). https://doi.org/10.1007/s13593-015-0327-9. 5.United States Environmental Protection Agency. Introduction to Integrated Pest Managemen. Consultado el 18 de abril de 2024. Introduction to Integrated Pest Management | US EPA .
6.Biddinger DJ, Rajotte EG: Integrated pest and pollinator management — adding a new dimension to an accepted paradigm. Curr Opin Insect Sci 2015, 10:204-209. http://dx.doi.org/10.1016/j.cois.2015.05.012
7.Westerkamp, C. Honeybees are poor pollinators — why?. Pl Syst Evol 177, 71–75 (1991). https://doi.org/10.1007/BF00937827
8.Ollerton, J. et al. Overplaying the role of honey bees as pollinators: A comment on Aebi and Neumann (2011). Trends Ecol. Evol. 27, 141–142 (2012).
9.Diller C, Castañeda-Zárate M, Johnson SD. Why honeybees are poor pollinators of a mass-flowering plant: Experimental support for the low pollen quality hypothesis. Am J Bot. 2022 Aug;109(8):1305-1312. https://doi.org10.1002/ajb2.16036. Epub 2022 Aug 23. PMID: 35844034; PMCID: PMC9545086.
10.Goulson, D. Effects of introduced bees on native ecosystems. Annu. Rev. Ecol. Evol. Syst. 34, 1–26 (2003). https://doi.org/10.1146/annurev.ecolsys.34.011802.132355.
11.Torné-Noguera, A., Rodrigo, A., Osorio, S. & Bosch, J. Collateral effects of beekeeping: Impacts on pollen-nectar resources and wild bee communities. Basic Appl. Ecol. 17, 199–209 (2016). https://doi.org/10.1016/j.baae.2015.11.004.
12.Jonas Geldmann, Juan P. González-Varo ,Conserving honey bees does not help wildlife.Science359,392-393(2018). https://doi.org10.1126/science.aar2269.
13.Valido, A., Rodríguez-Rodríguez, M.C. & Jordano, P. Honeybees disrupt the structure and functionality of plant-pollinator networks. Sci Rep 9, 4711 (2019). https://doi.org/10.1038/s41598-019-41271-5