Por Mauricio Rodríguez, Ph.D.
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Ejecutivo de negocios, innovador y científico con más de dos décadas de experiencia en la academia, el gobierno y la industria. Líder comprobado experto en desarrollo y gestión organizacional, diseño y desarrollo de productos, investigación e innovación, asuntos regulatorios, públicos y globales. Experiencia científica en computación, sistemas y biología sintética e ingeniería metabólica. Doctorado en Bioquímica. Recibió múltiples premios prestigiosos de Fulbright, UNESCO, NRC y NIH, entre otros. Motivado por nuevos desafíos y oportunidades de crecimiento.
Desde hace casi 10 años, hemos venido oyendo noticias falsas que se propagan sobre la presunta “desaparición de las abejas en los próximos tres años” o “la desaparición de la humanidad si las abejas desaparecen, en los próximos cuatro años”. Evidentemente esto resultó no ser cierto, pero eso no importa porque el verdadero objetivo de esa campaña de desinformación era convencer a la mayor cantidad posible de personas que la agricultura moderna va en contravía con la apicultura.
Hoy podemos reportar que la agricultura y la apicultura han venido fortaleciendo su sinergia en América Latina, y que, en América Latina, según datos de la FAO, las poblaciones de abejas han aumentado hasta en un 86% y a nivel global en un 45% en el último medio siglo[1],[2]. Aunque los fenómenos de pérdidas masivas de colmenas no son inusuales y tampoco se presentan todos los años, el consenso de los científicos más reconocidos y expertos en el tema, es que la gran mayoría de pérdidas de colmenas se debe a infestaciones por ácaros, virus y múltiples enfermedades, además de sobreexplotación y otras malas prácticas. Entonces, ¿por qué insistir en contraponer a la apicultura y la agricultura? Esta pregunta puede tener muchas explicaciones relacionadas con ideologías de grupos de interés, la mayoría impulsados por intereses económicos y políticos. Afortunadamente el tiempo y la evidencia nos demuestran una realidad distinta.
Desde hace algunos años se repiten en diferentes medios de comunicación que ciertos plaguicidas de amplia utilización en la agricultura son causantes de las pérdidas masivas de abejas que se han detectado en algunas ocasiones en el hemisferio norte. Lo anterior es completamente falso. Es menos conocido, pero sí cierto, que las principales agencias científicas europeas han concluido que – si bien por su naturaleza misma los insecticidas pueden presentar un peligro posible a la salud de las abejas – la estimación del riesgo de afectación contra estos insectos en el campo es baja cuando se utilizan los insecticidas de manera correcta. Además, concluyen que no existen alternativas viables ni sostenibles para reemplazar a estas sustancias. Como se puede ver en la Ilustración 2, según la FAO, desde la introducción de neonicotinoides a mediados de los 90´s, las colonias de abejas han aumentado globalmente, demostrando a su vez que la narrativa de activistas y otras organizaciones, que desconocen este crecimiento, puede estar impulsada más por intereses políticos que, científicos.
Así, el JRC que es el Centro de Investigación Conjunto de los estados europeos, concluyó que cuando los agricultores utilizan métodos alternativos a los insecticidas químicos no se puede demostrar efectividad y sostenibilidad para el control de plagas[3]. Al tiempo que ANSES, la Agencia Nacional de Seguridad Sanitaria de la Alimentación, del Ambiente y del Trabajo de Francia, reconoce que, aunque ese país ha anunciado la prohibición total de la clase de insecticidas neonicotinoides, no existen alternativas.
suficientemente efectivas para detener las plagas[4]. También EFSA, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, publicó en febrero de este año su re-evaluación de estos insecticidas tras su restricción desde 2013 y concluye que, en la mayoría de casos, el riesgo que estos productos presentan a las abejas es bajo o no se puede determinar. El mismo jefe de la Unidad de Plaguicidas de EFSA, José Tarazona declara que “hay variabilidad en las conclusiones” y “algunos riesgos bajos han sido identificados”[5]. FAO sobre el aumento de colonias de abejas globalmente hasta 2018. De hecho, esta gráfica demuestra que, desde la introducción de neonicotinoides a mediados de los 90s, las colonias de abejas siguen aumentando a nivel global, contrario a la narrativa de activistas y otras organizaciones.
En los Estados Unidos, la Agencia de Protección Ambiental – EPA realizó durante la administración del presidente Obama una evaluación de riesgo a los insecticidas neonicotinoides en la que concluye que estos “no poseen riesgos significativos a las colonias de abejas para la mayoría de los usos”, informe que fue publicado el año pasado[6].
En América Latina, países como Argentina que es el tercer mayor productor y exportador de miel natural a nivel mundial[7], en donde se utilizan extensivamente los insecticidas que se restringen en Europa, la producción de miel y, por ende, el número de colmenas de abejas ha crecido desde 1996 un 277%, según datos del Instituto Interamericano para Cooperación en Agricultura[8]. Esta producción, al igual que la de otros productos agroalimentarios se vería seriamente amenazada por restricciones en plaguicidas si consideramos que el 88% del área agrícola de ese país se concentra en regiones vulnerables a altamente vulnerables al ataque de insectos.
Así las cosas, es importante que el público y las autoridades de los países en América Latina comprendan que los anuncios que se hacen en Europa sobre restricciones a los insecticidas se deben a consideraciones políticas y económicas, no científicas, particulares de esa región. Tales consideraciones e intereses se apartan diametralmente de la realidad de América Latina donde, en la mayoría de los países, las condiciones climáticas y ambientales son diferentes. Por ejemplo, la presencia y prevalencia de gran cantidad de insectos plaga que amenazan la agricultura y la disponibilidad y precios de los alimentos de nuestra región, han hecho necesario recurrir a insecticidas de uso agrícola para asegurar la producción agrícola. También es una realidad que en América Latina no se han presentado fenómenos de síndrome de colapso de colmenas, aunque se puedan presentar incidentes de pérdidas de abejas por diferentes causas, incluyendo algunos casos de uso no responsable de plaguicidas. La buena noticia es que nuestra apicultura está cada día mejor y eso también es una buena noticia para la producción agrícola.
[1] Aizen & Harder, Current Biology, 2009. https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0960982209009828
[2] Neumann & Carreck, Journal of Apicultural Research, 2010. https://www.researchgate.net/publication/228361576_Honey_bee_colony_losses
[3] Kathage et al. Pest Management Science, 2018. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28842940
[4] ANSES, 2018. https://www.anses.fr/fr/node/132967
[5] EFSA, 2018. http://www.efsa.europa.eu/en/press/news/180228
[6] EPA, 2017. https://www.epa.gov/pesticides/epa-releases-four-neonicotinoid-risk-assessments-public-comment
[7] World’s Top Exports, 2017. http://www.worldstopexports.com/natural-honey-exporters/
[8] IICA, 2017. http://www.iica.int/en/press/news/bee-stories-how-innovations-are-improving-honey-production-latin-america