Durante los últimos 5 a 6 años, se he propagado por todos los medios de comunicación la noción de que las abejas están desapareciendo del planeta y, junto con ellas, nuestra agricultura. Lo único cierto de estas ideas, es que la agricultura y la apicultura están íntimamente ligadas en una coexistencia sinérgica de la que ambas prácticas artificiales se benefician mutuamente.
Aunque en algunos años se han presentado pérdidas pos invernales significativas en algunos países de Europa y en algunos estados de Norteamérica se describió un fenómeno similar como Síndrome de Colapso de Colmenas, lo que ha causado preocupaciones legítimas, las poblaciones de abejas se han vuelto a recuperar satisfactoriamente y se encuentran en su nivel más alto en la historia.
A pesar de esta realidad, individuos y grupos interesados en perpetuar la desinformación del público se han beneficiado de generosas donaciones y recursos para investigación apuntando a las tecnologías agrícolas como los organismos genéticamente modificados o los plaguicidas como principales causantes de la desaparición inminente de las abejas con términos dramáticos como “apicalipsis”.
Revisemos algunos de los hechos que han sido reportados recientemente por algunos medios independientes que han sido más rigurosos en descubrir las verdades en medio de los mitos.
Según Bill Crabtree y Robert Wager para el Financial Post, el continuo enfoque en los plaguicidas como causantes de las desapariciones masivas de abejas está distrayendo a las autoridades y gobiernos de las verdaderas amenazas. Para dar contexto, en Canadá las poblaciones de abejas han aumentado un 13% desde 2011, por ejemplo, en la zona occidental donde se produce gran cantidad de canola, la cual es polinizada por abejas y se produce con semillas tratadas con insecticidas neonicotinoides. Lo mismo sucede en Australia, donde se cultivan más de 2 millones de hectáreas de canola tratada con estos insecticidas y donde las abejas se reproducen normalmente.
Las semillas recubiertas con insecticidas utilizan alrededor del 1% de la cantidad de ingrediente activo que se necesita con otros tipos de tratamiento y, aunque esto debería ser reconocido por las ONG ambientalistas, muchas de organizaciones se han concentrado en estos años en campañas para retirar este tipo de productos y tratamientos del mercado. Es así como, los activistas lograron que en la Unión Europea se aprobaran restricciones al uso de estas tecnologías en 2013, lo cual ha tenido graves consecuencias para la actividad agrícola en varios países de esa región que desde el 2015 están solicitando aprobaciones de emergencia para poder volver a usarlas. Este ha sido el caso de Reino Unido donde, posterior a las restricciones, se ha reducido la productividad de la canola en un 17%.
En Norteamérica, los activistas también han hecho lobby buscando prohibiciones a estos insecticidas. El gobierno de la provincia de Ontario en Canadá impuso serias restricciones l uso de insecticidas neonicotinoides. Coincidencialmente, esta provincia es la única del país del norte donde las poblaciones de abejas han permanecido bajas en los últimos años.
Consecuencia de estas campañas de desinformación, se ha disminuido la atención de los científicos hacia las verdaderas causas de pérdidas masivas de abejas, tales como las infestaciones por ácaro del género Varroa. En 2015 el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos declaró que la Varroa es “… la peste que causa más detrimento a las abejas melíferas y está asociada directamente con las disminuciones pos-invernales.”
Este parásito de las abejas no solamente se alimenta de la hemolinfa o sangre de las abejas, sino que además es responsable de transmitir más de una docena de virus y otras infecciones que afectan a las abejas. El traslado de colmenas de una localidad a otra, o en el caso de países como Estados Unidos, de un estado a otro, por cientos de kilómetros bajo condiciones de alto estrés para estos animales, al igual que el hacinamiento y otras prácticas de manejo, hacen más vulnerables a las abejas a estas infecciones y son la causa de epidemias que ya se han diagnosticado a través de estudios científicos recientes. Así que las causas de mortandad de abejas son múltiples y no son nuevas.
En otro artículo reciente en The Washington Times, Paul Driessen nos recuerda que, por ejemplo, los reportes de desapariciones masivas de abejas en Irlanda datan de, al menos, el año 940 A.D.
Aunque hay científicos activistas que realizan estudios de laboratorio donde se concluye el efecto negativo de los insecticidas mencionados sobre las abejas, tales estudios utilizan metodologías donde administran sobredosis del insecticida a las abejas, los estudios realistas que se han hecho en campo sobre la exposición de abejas a los mismos insecticidas demuestran que no hay efectos observables que asocien el uso extensivo y correcto de estos productos en, por ejemplo canola y maíz, sobre las colmenas de abejas.
De hecho, los datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, en ese país las colonias de abejas han aumentado de 2.6 a 2.7 millones de colmenas entre 2000 y 2014. Hay que tener en cuenta que 100,000 colmenas más equivalen a decenas de millones de abejas más en los campos, al mismo tiempo que en el mismo país aumentó dramáticamente el uso de insecticidas neonicotinoides.
Otras fuentes también demuestran que, en Canadá, en Europa y globalmente, los números de colonias de abejas van en aumento.
Aunque los medios de comunicación reportan correctamente que en algunos años recientes las pérdidas pos-invernales de abejas han superado en algunos casos el 30%, se equivocan al asociar inmediatamente y sin evidencia a los plaguicidas. Tampoco reportan estos medios que los números de abejas se recuperan luego en la primavera, cuando estos insectos vuelven a alimentarse y reproducirse.
Mientras tanto, los científicos activistas continúan buscando nuevas hipótesis para justificar la asociación entre la supuesta disminución de abejas y la supuesta responsabilidad exclusiva de los plaguicidas. Recientes artículos hacen conjeturas alrededor de la dificultad de las abejas para aprender sus tareas de forrajeo; que la combinación entre plaguicidas y las enfermedades son responsables por la muerte de las abejas reina en las colonias; otros que los plaguicidas aumentan el número de abejas reina; etc.
Pero esta no es una crisis de ciencia y razón sino de idealismo y activismo anti-tecnología. Así lo ha experimentado en carne propia el respetado investigador, ambientalista y especialista en abejas y apicultura de los Estados Unidos, quien fue Jefe de Inspección Apiaria en el Estado de Florida alrededor de 10 años, antes de vincularse con Monsanto en 2012.
Según lo reporta Hannah Nordhaus en Wired, Hayes es frecuentemente acosado e insultado en seminarios y conferencias por activistas cuando el experto declara estar convencido que el principal problema de la salud de las abejas es Varroa. Hayes decidió vincularse a Monsanto para aprovechar el interés y recursos financieros de esta empresa multinacional en buscar una solución al problema #1 de las abejas en Estados Unidos y otros países del mundo, utilizando la tecnología de ARN de interferencia. Esta tecnología, actualmente en desarrollo, permitiría eliminar el parásito y, por ende, el principal vector de transmisión de los más de 12 virus y otras infecciones que transmite a las abejas.
Cuando Hayes habla de su proyecto con la industria agrícola ante individuos y grupos activistas, estos rechazan la información y lo atacan por no querer enfocar su trabajo en contra de los plaguicidas.
Es evidente que, mientras este tipo de sesgos e intereses particulares estén liderando el debate público, las autoridades seguirán enfocando su atención y los recursos para investigación en la dirección equivocada. En lugar de buscar soluciones a los problemas reales que puedan amenazar a las abejas y al desarrollo de nuevas tecnologías para controlar las plagas y pestes que afectan la agricultura, las autoridades en algunos países amenazan con restringir el uso de tecnologías que son indispensables para la labor de los agricultores y nuestra seguridad alimentaria.
Presentado por: Mauricio Rodriguez, Ph.D.