Por: Fabio Diazgranados J.
Presidente Fedeabejas
Federación Colombiana de Apicultores y Criadores de Abejas
Si se pide una opinión sobre las abejas es frecuente encontrarse con el imaginario de que están desapareciendo. Para tranquilidad de muchos, y sorpresa de otros, no tan bien intencionados, la población de abejas en el mundo, va en incremento. Ahora bien, no podemos desconocer que se han presentado casos de muertes, focalizados en Estados Unidos, México, Uruguay, Argentina, Chile, algunos países europeos e incluso en Colombia, pero igualmente, y de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), existe una estabilidad mundial en el número de abejas desde el año 2000. Lo anterior, gracias al trabajo de los apicultores quienes, con su esfuerzo diario, incrementan el número de colmenas.
Obviamente, estas cifras no son garantía y debemos continuar fomentando prácticas que ayuden a proteger las colmenas, garantizar la vida de las abejas y fortalecer sus entornos. Un esfuerzo que debe hacerse en conjunto y principalmente entre apicultores y agricultores, quienes son los directos beneficiados de este importante esfuerzo. Las cifras en nuestro país son alentadoras para estimular este trabajo ya que el número de colmenas ha ido en aumento; en 2012 había en el país 88.111 y en 2018, 114.509 aproximadamente, de acuerdo con la Cadena Productiva de las Abejas y la Apicultura (CPAA), del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. Estos datos demuestran un crecimiento importante en seis años, pero que también invitan a que seamos más agresivos y crezcamos a doble ritmo en una actividad que tiene muchos sabores dulces.
El crecimiento dependerá, en primer lugar, de un desarrollo sostenido de la apicultura, que debe estar planteado sobre tres ejes: La inversión en infraestructura, pues con su llegada se permitirá abrir espacios para movilizar colmenas y fortalecer cultivos. La capacitación constante y correcta a nuestros apicultores, que evitará pérdidas de colmenas por malas prácticas y falta de protocolos adecuados de higiene. Y finalmente los programas de asistencia técnica, que son semilleros para el desarrollo de cualquier actividad en el campo, permitiendo desmitificar puntos y documentar experiencias, que evitarán pérdidas innecesarias. Tres retos que tiene también el sector agrícola, a lo largo y ancho del país. Y, en segundo lugar, propender por una apicultura profesional sobre cuatro pilares: manejo, sanidad, nutrición y genética.
El 90% de los apicultores colombianos son pequeños agricultores, que manejan las dos actividades como fuente principal de su sustento. ¿A quién le interesaría que alguno de los dos sectores tuviera un retroceso o una fuerte desaceleración? La discusión sobre la apicultura, las abejas y el campo, no puede politizarse porque caeríamos en el error, cometido en otros sectores, donde se cazan peleas a miles de kilómetros de distancia, en donde el campesino y el apicultor están viviendo en paz.
En la apicultura, Colombia puede sumar otro renglón fuerte a su economía, como lo es ya para la Argentina, que es el segundo país en exportaciones mundiales de miel y el tercero en producción. Tan solo en 2018, dicho país exportó 70.000 toneladas que fueron equivalentes a 175 millones de dólares. Una cifra que en nuestro mercado parece lejana, pero podría ser alcanzada con el apoyo y trabajo conjunto de campesinos, apicultores y el gobierno Nacional, promoviendo un crecimiento sostenido del sector y afianzando su relación con ciertos cultivos que, con una adecuada polinización dirigida, pueden incrementar hasta en 120% su productividad como se ha demostrado con el cultivo de aguacate, y hasta en un 70% con el melón.
Las abejas son uno de los insectos más reconocidos en el mundo, y de los más destacados por su trabajo y esfuerzo conjunto; ¿por qué no aprender de ellas y retribuirles esta sencilla enseñanza de labor conjunta? Hay que hacer un llamado para no caer en malintencionadas informaciones que buscan polarizar y dividir. Las abejas requieren cuidado, no porque se estén extinguiendo, sino porque son un insecto de gran valor para nuestra especie y la mejor forma de protegerlas es brindándoles mayores y mejores condiciones, aprendiendo sobre su cuidado y teniendo claridad que su defensa siempre nos dejarán un dulce sabor en la boca.