Los insectos polinizadores, como las abejas, son importantes para el desarrollo de la agricultura mejorando los rendimientos, productividad y calidad de los cultivos a través de la polinización en alimentos como manzanas, hortalizas, mango, café, banano, entre otros. El trabajo de las abejas además beneficia a la economía, se calcula que su valor anual para la economía global es de aproximadamente USD $235 a USD $577 mil millones (Informe IPBES).
Las abejas melíferas (Apis mellifera) son las que más aportan en la polinización, porque forman grandes colonias que pueden ser manejadas con relativa facilidad. En las últimas décadas, las poblaciones de abejas en apiarios han aumentado considerablemente en todo el mundo; la FAO registra un incremento del 65% en las colonias de abejas desde 1961.
Si bien, se registraron reducciones de poblaciones de abejas en ciertas regiones, esto se debe a varios factores, sobre todo a parásitos y enfermedades. Según datos de organizaciones de investigación independientes (COLOSS), las pérdidas varían cada año sin patrones que indiquen una correlación causal con las prácticas agrícolas, por ejemplo, con el uso de productos para la protección de los cultivos.
Dentro de las prácticas agrícolas para la producción de alimentos sostenible, se encuentra el adecuado uso de los productos agrícolas, pues esta práctica es tan crucial para la agricultura moderna como la polinización por insectos. Todos los años, hasta el 40% de los rendimientos de los cultivos globales se pierden por plagas y enfermedades. Sin pesticidas, esas pérdidas podrían casi que duplicarse, según la OCDE y la FAO. El uso de productos para la protección de los cultivos puede evitar pérdidas causadas por plagas, enfermedades causadas por hongos o malezas, y hasta aumentar el rendimiento por hectárea.
Los productos para la protección de los cultivos juegan un papel importante, impidiendo pérdidas de cosechas, y contribuyendo a la seguridad alimentaria. De modo que, para continuar con la producción de alimentos, se necesitan tanto a las abejas como a los agroinsumos modernos, para asegurar y optimizar el equilibrio entre la protección de las abejas y de los cultivos.
Si bien en la coyuntura nacional hay un debate sobre la restricción para el uso de este tipo de productos, asociaciones de apicultores internacionales, como la Británica, han manifestado su preocupación frente al tema, pues bajo la prohibición de los agroquímicos los agricultores llegarían a emplear tecnologías antiguas que tienen un efecto perjudicial en la salud de los polinizadores, y al rociar sus cultivos con mayor frecuencia la salud del suelo también puede ser afectada. Además, hay razones para temer que, sin el tratamiento de semillas, la producción de algunos cultivos importantes para las abejas forrajeras dejará de ser rentable y como resultado, los agricultores se dedicarán a otros cultivos que no son atractivos para las abejas, lo que afectaría a una práctica milenaria en el país y un desbalance en la economía para muchas regiones.